Un objeto antiguo simboliza, en ocasiones, más de lo que sus admiradores se imaginan. La devolución del grifo de plata por los Estados Unidos se ha interpretado como un gesto de respeto y como un signo del deshielo de las relaciones entre ambos países. Sin embargo, ha existido un gran problema. El objeto devuelto es una falsificación. Y no sólo es una falsificación, sino que es una de las malas. La saga del grifo, desde su producción hasta su regreso, tan pregonado por el presidente iraní Rouhani durante su visita a New York, ha demostrado que los falsificadores de arte antiguo engañan a los ingenuos ricos con la complicidad de los museos y los investigadores. Más profundamente, muestra como los objetos antiguos (o no tan antiguos) son realizados para llevar el peso cultural y diplomático, en este caso de una apertura muy problemática en las relaciones entre Irán y Estados Unidos.
Una publicación realizada por O. W. Muscarella demuestra claramente que el objeto es en realidad una falsificación moderna, que data, como mucho, de 1999. El grifo fue observado por primera vez en Ginebra, en una galería de prominentes comerciantes de arte iraníes y en 2002 fue comprada por un rico coleccionista de New York. No confiando en la buena fe del objeto, el coleccionista pidió a los distribuidores que proporcionaran una autentificación. Tres expertos fueron llamados rápidamente atestiguando que el objeto había sido realizado en el oeste de Irán en torno al año 700 a.C.
Pero cuando el grifo llegó a New York en el año 2003, uno de los distribuidores irano-suizo fue arrestado por el Departamento de Seguridad Nacional bajo la acusación de falsificar el lugar de origen del objeto. Al año siguiente se declaró culpable de declarar falsamente que el grifo era originario de Siria en vez de Irán, siendo castigado con un año de libertad condicional y con una multa de 5000 $. El comprador obtuvo su dinero de vuelta y el objeto fue recuperado. Desde entonces, el grifo fue custodiado por el Departamento de Seguridad Nacional, permaneciendo en un almacén de Queens hasta otoño del año 2013. Mientras tanto, el objeto fue inaccesible para los investigadores, donde solamente una única fotografía a disposición de Muscarella lo convenció de que se trataba de una falsificación. De hecho, cualquier persona familiarizada con el arte del Próximo Oriente Antiguo sospecharía a primera vista del objeto.
El objeto fue realizado con secciones de plata unidas entre sí para formar un grifo alado que se mantiene erguido por medio de cuatro patas con garras. Más improbables son tres embudos, dos dispuestos en los laterales, que salen del cuerpo por debajo de las alas, y un tercero que sobresale de la parte trasera de la criatura. Este diseño del grifo no tiene ningún paralelo en el mundo antiguo, excepto quizá por los objetos que dicen ser procedentes del oeste de Irán y que han aparecido en el mercado de antigüedades.
El sistema que desgarra los objetos de la tierra en Irán, Siria, Egipto, Afganistán o Camboya, así como en otros muchos países, es simplemente demasiado rentable como para cerrarlo. Los ricos y los poderosos quieren lo que quieren, el mercado ofrece, y algunos investigadores y los museos juegan juntos a cambio de un pedazo de la acción. La credulidad es un instinto humano esencial. Queremos creer, a veces tan mal, que cerramos los ojos a lo que es falso o robado. La realidad del objeto mismo, y por tanto su valor verdadero, es siempre secundario a la fuerza del deseo y al mantenimiento de un juego rentable. El mercado siempre tiene compradores y vendedores, independientemente de si el objeto en cuestión es real o falso, robado o legítimamente comercializable.
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