Tanto los líquenes como la vegetación están creciendo en las cavidades y grietas de los bajorrelieves sasánidas de Tang-e Chogan, una parte de las ruinas de la antigua ciudad de Bišapur, en el suroeste de Irán; poco a poco, estos líquenes, están destruyendo estas antigüedades. Los líquenes y la vegetación son claramente visibles en los seis bajorrelieves que se encuentran a 19 kilómetros al norte de Kāzerūn, según ha informado el servicio persa de la agencia de noticias Mehr. Uno de los relieves representa al rey Sapor I, uno de los monarcas Sasánidas que consolidó y amplió el imperio de su padre, Ardashir I. El monarca es presentado sentado en un trono, observando un triunfo de su ejército. En la fila superior está flanqueada por nobles de la corte y la fila inferior muestra a los soldados romanos cautivos, que representan los trofeos de la victoria. Otro bajorrelieve representa a Bahram, uno de los hijos de Sapor I. Durante el reinado de su padre gobernó la provincia de Atropatene (la actual provincia de Azerbaiyán). Hay una inscripción al lado del bajorrelieve, que originalmente llevaba el nombre de Bahram, aunque su nombre fue borrado más tarde por el rey Sasánida Narses.
El Departamento de Patrimonio Cultural, Turismo y Artesanía de Šīrāz (SCHTH), que es el organismo responsable de proteger los monumentos antiguos y los sitios históricos que se encuentran en la provincia de Fārs, no ha hecho los suficientes esfuerzos para salvar las reliquias de los ataques de los líquenes y la vegetación. La antigua ciudad de Bišapur también está en peligro por otros muchos factores. Las ruinas son pisoteadas todos los días bajo las pezuñas de los animales que son llevados al sitio para pastar. Además, los funcionarios provinciales han anunciado recientemente que tienen previsto ampliar la carretera que pasa al norte de las ruinas. Como resultado de ello, su plan puede convertirse en otra amenaza para el sitio. Como ya he hecho hincapié, los expertos ya han advertido también sobre el crecimiento de distintos tipos de hongos, líquenes y plantas en las estructuras de piedra de Persépolis. Sin embargo, no es sorprendente que sus advertencias no hayan sido tenidas en cuenta por el régimen islámico.
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