Ciro II (600-529 a.C.) es una de las figuras más destacadas de la historia de la humanidad, el primer líder mundial que fue destacado con el título de “El Grande”. Los iranios le recuerdan como el “padre de la nación”, los babilonios como “el liberador”, los griegos como el legislador y los judíos como “el ungido del Señor”.
El nombre “Ciro” (una transliteración del griego Kυρoς) es una versión griega del término en antiguo persa Kūruš o Khūrvaš, que significa literalmente “como el Sol”; el sustantivo khūr significa “sol”, mientras que -vaš es un sufijo de semejanza. En el cilindro de Ciro, el gran rey declara a su ancestro como un rey de Persia. Según este documento, el primer líder de la dinastía Aqueménida fue el rey Aquemenes de Anšan. El fue sucedido por su hijo Teispes de Anšan y la inscripción indica que cuando murió, dos de sus hijos se repartieron el trono: Ciro I de Anšan y Ariaramnes de Persia. Ellos fueron sucedidos por sus hijos Cambises I y Arsames respectivamente. Arsames fue el ancestro de Darío I, mientras que Cambises fue el padre de Ciro. Mandane, la madre de Ciro, era la hija del rey Astiages de Media, quien fue el último soberano del reino gobernado por los medos (728-550 a.C.), y de Aryenis, una princesa lidia. Ciro se convirtió en el rey de Anšan tras la muerte de su padre en torno al 559 a.C., e inició su reinado como vasallo del rey de Media. Estableció su residencia en Pasargada, el núcleo donde habitaba la tribu de los Pasargadas, a la cual pertenecía el clan Aqueménida. Ciro tuvo una esposa llamada Cassandane, hija de un noble persa perteneciente a la familia de los Aqueménidas, Farnaces. De su matrimonio nacieron cuatro niños, Cambises II, Bardiya, Atossa y otra hija cuyo nombre no está atestiguado en las fuentes antiguas. Ciro, también, tuvo otra hija llamada Artystone, que no debió ser hija de Cassandane.
Sabemos poco de la infancia de Ciro, y ésta nos ha sido transmitida por las fuentes griegas en dos versiones con un tono bastante fantástico. La primera, mencionada por Heródoto, señala que Astiages, informado en un sueño de que su nieto, el recién nacido Ciro, lo derrocaría, ordenó que fuera asesinado. Sin embargo, el funcionario al que se le asignó la tarea entregó el bebé a un pastor. Cuando Ciro cumplió diez años, el engaño fue descubierto por Astiages, aunque por las sobresalientes cualidades del niño le permitió vivir en el exilio junto a su madre. Ciro, con posterioridad, se revelaría contra Astiages en el 554 a.C. y en el 550 a.C. la profecía se hizo realidad cuando el monarca persa entró en Ecbatana, acabando con el reino de su abuelo Astiages. El punto principal en el que el relato de Ctesias difiere del de Heródoto es que Ciro no tiene ninguna relación con Astiages. En este relato Ciro se casará con la hija de éste, Amytis, tras la conquista de Media; en el relato Astiages es honrado por Ciro como un padre y morirá en una batalla contra un pueblo denominado como los Derbices. Ctesias también relata ciertos enfrentamientos militares no mencionados por Heródoto, así como narra una versión diferente de la conquista del reino de Lidia.
Ciro, como fundador del imperio de los Aqueménidas, se marcó como objetivo ganar poder sobre la costa mediterránea y asegurarse Asia Menor. Creso de Lidia, Nabónido de Babilonia y Amasis II de Egipto se aliaron con Esparta para tratar de frustrar las ambiciones de Ciro pero no sirvió para nada. Los persas penetraron en Lidia, sitiando y conquistando su capital, Sardes, en el año 547 a.C. Los primeros años de gobierno en Asia Menor fueron algo tumultuosos; Pactíes, un lidio encargado del tesoro de Sardes, lideró una rebelión que llegó a asediar Sardes, pero fue reprimida por el sátrapa Mazares, quien murió poco tiempo después. Su sucesor, Harpago, se encargó de conquistar las ciudades griegas de Asia Menor, quienes se habían unido a la rebelión.
Hircania, Parthia y Armenia ya formaban parte del reino medo, y Ciro amplió las fronteras hacia el este, conquistando las regiones de Drangiana, Aracosia, Margiana y Bactria. Estableció su frontera oriental en el río Yaxartes, donde construyó ciudades fortificadas con el fin de defenderla frente a las posibles incursiones de los pueblos nómadas del Asia central como los escitas. Los límites exactos de las conquistas orientales de Ciro no son muy bien conocidos, pero es posible que se extendieran tan lejos como la región de Peshawar en el moderno Paquistán. Tras sus victorias orientales, se dirigió nuevamente hacia occidente e invadió Babilonia. El 12 de octubre del año 539 a.C., Ciro, “sin derramar una gota de sangre”, inició la conquista, entrando en la ciudad mesopotámica el 29 de octubre, arrestando a su monarca, Nabónido, y asumiendo el título de “Rey de Babilonia, Rey de Sumer y Acad, rey de las cuatro regiones del mundo”. Posteriormente extendió su control sobre la Península Arábiga y la costa sirio-palestina, que rápidamente se sometieron a la dominación persa. Aunque Ciro no conquistó Egipto, en el 335 a.C. todas las tierras hasta las fronteras de Egipto estaban bajo posesión persa. Los territorios recién conquistados tenían un grado de independencia política, al ser gobernadas por sátrapas. Estos gobernadores asumieron toda la responsabilidad en los campos de la administración, la legislación y las actividades culturales de cada provincia.
Los registros cuneiformes de Babilonia sugieren que Ciro murió el 4 de diciembre del año 530 a.C., aunque Heródoto informa que el monarca persa fue asesinado en las proximidades del Mar de Aral en julio o agosto del año 529 a.C. durante una campaña emprendida para proteger las fronteras nororientales del imperio ante las incursiones de los masagetas. Tomyris, la reina de este pueblo nómada, había sumido el control de las fuerzas de su territorio después de que Ciro hubiera derrotado a su hijo, Spargapises. Ella fue quien dirigió el ataque contra el ejército persa, causando enormes bajas, así como la pérdida de su líder, Ciro. Después de la batalla, al parecer, Tomyris ordenó que se buscara el cuerpo de Ciro para vengar la muerte de su hijo. Tras encontrarlo, sumergió la cabeza de Ciro en sangre. Con la muerte del monarca persa, su hijo, Cambises II accedió al trono. Lo primero que hizo fue atacar a los masagetas para recuperar el cuerpo devastado de su padre, para enterrarlo en Pasargadā, lo que hizo según la narración de Heródoto.
Ciro ha pasado a la historia por ser un conquistador exitoso, un soberbio guerrero y el fundador del mayor imperio que el mundo antiguo conoció. Sin embargo, como podemos observar en el Cilindro de Ciro y en una serie de textos hebreos, además de los extensos relatos de Jenofonte, a Ciro se le admira más como un libertador que como un conquistador. Ciro es mencionado en veintidós ocasiones en el Antiguo Testamento, donde es alabado incondicionalmente. A esto contribuyó fundamentalmente la liberación, en el año 539 a.C., de los judíos deportados por Nabucodonosor a Babilonia en el año 587 a.C., apoyando económicamente a los 40.000 judíos que optaron por volver a su patria, así como financió la reconstrucción del Templo de Jerusalén. Además, Ciro fue elogiado también por otros muchos escritores y sus hazañas, reales o legendarias, fueron utilizadas como educación moral o como una fuente de inspiración para la filosofía política. Por ejemplo, Jenofonte veía en él la figura del gobernador ideal, y en su Ciropedia relata una biografía artificial de este gran hombre, aunque esta obra es más un tratado sobre la virtud política y la organización social que una obra de carácter histórico. La Ciropedia tuvo un gran prestigio durante toda la antigüedad y de nuevo en el Renacimiento. Escipión el Africano, según nos han transmitido las fuentes clásicas, siempre llevaba consigo una copia de la Ciropedia.
Posteriormente, en el Renacimiento, Spenser, en su The Faerie Queene (1596), dice: “Por esta causa es preferido Jenofonte antes que Platón, puesto que este último, en la profundidad exquisita de su juicio, forma una gran comuna, tal como debía ser; pero el otro, en la persona de Ciro, y los persas, ideó un gobierno, que debía ser el mejor: mucho más rentable y lleno de gracia es la doctrina más ejemplar, como principio”. El filósofo inglés Sir Thomas Brown en su discurso The Garden of Cyrus de 1658 lo nombra como el gobernador benevolente. Este denso tratado de filosofía hermética puede ser una crítica sobre el gobierno autocrático de Cromwell. El nombre de Ciro y su doctrina sigue siendo citada en los tiempos modernos. El 12 de octubre de 1971, se celebró en Irán el 2500 aniversario de la fundación del Imperio Persa. El entonces Shah de Irán, en su discurso de apertura de las celebraciones, dijo: “Oh Ciro, Gran Rey, Rey de Reyes, Rey Aqueménida, Rey de la tierra de Irán. Yo, el Shah de Irán, te ofrezco saludos de mi mismo y de mi nación. Descansa en paz, para que estemos despiertos, y siempre estaremos despiertos”. En 1994, un réplica de un bajorrelieve que representa a Ciro fue erigido en un parque de Sidney. Este monumento está pensado como un símbolo de la multiculturalidad, y para expresar la convivencia pacífica de personas de diferentes culturas y orígenes. Mediante una política de generosidad, en lugar de la represión, Ciro demostró su grandeza. Tuvo éxito en su política expansionista, en su misericordia y en la asimilación de diferentes culturas, que llevaron a que el imperio durara más de 200 años tras su muerte.