domingo, 26 de junio de 2011

La batalla de Gaugamela (331 a.C.)

En la primavera del año 331 a.C., Alejandro abandonó Egipto y, a través de Siria, se dirigió a Mesopotamia, cruzando el Éufrates y el Tigris, para buscar el corazón del imperio gobernado por los monarcas Aqueménidas. Darío había concentrado mientras tanto un gigantesco ejército, que chocó con el macedonio en la llanura de Gaugamela, cerca de Nínive, el 1 de octubre del año 331 a.C. (la fecha, discutida desde hace mucho tiempo, ahora es segura). La ubicación exacta de la batalla, a unos 60 kilómetros de la moderna Arbil (antigua Arbelas), no se puede recuperar; la especulación basada en la toponimia moderna es inútil. Las fuentes parecen colocar el lugar del enfrentamiento al sur del Jabal Maqlūb, cerca de la cordillera de ‘Ayn-al-Șafrā’, en las inmediaciones del río Jomel, al este de Mosul y sobre Kermales y Qaraqoš. Un sitio al norte del Maqlūb cerca de Tell Jomel, frecuentemente sugerido, probablemente es el lugar donde Alejandro atacó con el sol en sus ojos. 

 Retornemos de nuevo a los preparativos de la batalla. En el verano del año 331 a.C. Alejandro se trasladó al este desde Tiro, mientras Darío III, recaudando tributos de las satrapías centrales y orientales de su imperio, se dirigió al norte desde Babilonia vía Arbelas, para alcanzar una amplia llanura en la que sus carros escitas podían acoplarse perfectamente y donde su caballería pudiera tener una ventaja decisiva. Algunas de sus tropas estaban equipadas con el sarissae de estilo macedonio (como se observa en el mosaico de Alejandro) y con largas espadas (Diodoro, XVII, 53.1). Las cifras aportadas por nuestras fuentes, que mencionan entre 40.000 y 200.000 piezas de caballería y entre 200.000 y un millón de infantería, son excesivas, aunque con su excelente caballería, reforzada por las catafractas sakas aliadas (Arriano, III, 13.4), esperaba envolver y destruir a la caballería de Alejandro. Su infantería, cualquiera que fuera su número, no podía esperar resistir a la falange, a excepción de algunos mercenarios griegos colocados cerca de Darío III. 

Alejandro cruzó el Éufrates en Thapsaco. Mazaeo, un noble persa  y gobernador de Babilonia, fue destacado con una pequeña fuerza para observarle y dirigirle hacia Darío III, puesto que querían que la batalla se produjese en el sitio elegido por los persas. Envió “desertores” para que informaran a Alejandro de la posición del Aqueménida e intentó acosar al macedonio quemando aldeas y víveres, aunque tenían instrucciones de no destruir los cruces de los ríos. Alejandro se dirigió al noreste para cruzar el Tigris cerca de Mosul y, a continuación, estacionó a sus tropas para que descansaran. El 20 de septiembre un eclipse lunar se produjo y fue interpretado como un augurio de la derrota de Darío III. Alejandro volvió a avanzar y nuevamente estacionó a sus tropas y fortificó su campamento. El día 30 de septiembre, llegando a la vista de Darío, pasó el día de reconocimiento, manteniendo al enemigo durante el día en alerta y despierto toda la noche. Darío III se había encerrado en una perfecta posición defensiva, dejando la ventaja táctica a un maestro de la estrategia. 

Las fuentes antiguas han oscurecido los detalles de la batalla. La narración de Arriano es insatisfactoria, y las de Quinto-Curcio y Diodoro, basándose en la dramatización de la “vulgata de Alejandro”, son confusas y no pueden utilizarse con confianza para complementar a la de Arriano. De todas formas, algunos acontecimientos son bastante claros. Darío III se encontraba en el centro de su línea, mientras que su caballería se superponía en línea a Alejandro en ambas alas. Alejandro, como de costumbre, estaba estacionado a la derecha junto con la caballería macedónica; la falange se mantenía en el centro y Parmenión, con la caballería griega (especialmente tesalia), se encontraba a la izquierda. Dispuso, además, guardias en ambosflancos y alas para protegerse de un posible cerco, y había reducido drásticamente su frente mediante la creación de una segunda línea de infantería. Alejandro, al comenzar la batalla, se desplazó oblicuamente hacia la derecha, amenazando con abandonar el campo de batalla para flanquear el ala izquierda de Darío III. El monarca Aqueménida lanzó sus carros escitas y envió a su mejor caballería hacia la izquierda, lo que creó una brecha cerca de su centro, por la que penetró la caballería macedonia, mientras la falange atacaba frontalmente, lo que condujo a la confusión de Darío y sus guardias. 

En serio peligro personal, el monarca Aqueménida fue persuadido para huir y salvar así su reino. Una vez más, la caballería macedonia deshizo la formación persa y obligó al Gran Rey a huir hacia las regiones interiores del imperio. Como Alejandro decidió perseguir a Darío, esto originó una laguna en el centro y en la izquierda de la línea macedonia, penetrando las tropas persas e indias en el campamento situado detrás de la línea, aunque lo saquearon en lugar de acabar con el enemigo. Alejandro, interesado principalmente en capturar a Darío, siguió al rey hasta el anochecer, dejando a Parmenión para mantener la línea lo mejor que pudo. Se dice que Parmenión envió un llamamiento de ayuda a Alejandro, pero si éste llegó y si el monarca macedonio actuó de acuerdo a él es totalmente incierto. Sin embargo, las noticias de la huida de Darío, y en el momento quizás el rumor de su muerte, alcanzaron con éxito al flanco occidental persa, que fue reducido por la caballería tesalia. Los restos del flanco oriental persa fueron capturados por Alejandro y su caballería tras su regreso de la infructuosa búsqueda de Darío III. Siguieron quizás los más feroces combates de toda la batalla, aunque al final los persas fueron asesinados o dispersados. El último ejército Aqueménida había sido desintegrado. Darío, con una pequeña fuerza, huyó a Ecbatana, abandonando sus otras capitales al vencedor. Mazaeo, que había comandado el flanco derecho persa, huyó a Babilonia. Veinte días después de la batalla, se rindió a Alejandro, quien le designó sátrapa.

                       

                       

Bibliografía específica:
ATKINSON, J. E. 1980. Commentary on Q. Curtius Rufus’ Historiae Alexandri Magni Books 3 and 4, Amsterdam/Uitshoorn, 1980, pp. 376-91, 399-455, 486-488.
BOSWORTH, A. B. 1980. Historical Commentary on Arrian’s History of Alexander I, Oxford, pp. 285-313.
DEVINE, A. M. 1975. “Grand Tactics at Gaugamela”, Phoenix 29, pp. 375-384.
HAMMOND, N. G. L. 1980. Alexander the Great, Bristol/Park Ridge, N. J., pp. 131-149.
MARSDEN, E. W. 1964. The Campaign of Gaugamela, Liverpool.
SUSHKO, A. 1936. Gaugamela, the Modern Qaraqosh, Chicago.

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