Tras la caída de Persépolis, Alejandro invirtió casi cuatro años (330-327 a.C.) en la conquista del este de Irán, salpicados de sangrientos encuentros, extenuantes marchas y fundaciones de colonias militares. A lo largo del año 330 a.C., las regiones al Sur del Caspio y las del área central y suroriental de la meseta irania (Aria, Drangiana, Aracosia, Gedrosia y Gandhāra), pudieron ser ocupadas sin excesiva resistencia. Pero al otro lado de la imponente cadena montañosa del Hindukush, esperaba el núcleo de resistencia irania, en las regiones más orientales del imperio de los Aqueménidas.
Tras la toma de Persépolis, Alejandro se dirigió hacia la última capital de los Aqueménidas que aún no había sido tomada, Ecbatana, la antigua ciudad meda, donde Darío III se había refugiado tras su derrota en Gaugamela. Ante el avance del macedonio, el monarca Aqueménida decidió dirigirse hacia Bactria para formar un nuevo ejército con el que enfrentarse nuevamente a Alejandro. Sin embargo, al ver que el macedonio insistía en capturar a Darío, un grupo de nobles, entre los que se encontraban los sátrapas Bessos (Bactria), Barsaentes (Aracosia) y Satibarzanes (Aria), tomaron como rehén a Darío con el fin de pactar con Alejandro la posible independencia de las satrapías orientales que gobernaban, pero el monarca Aqueménida acabó siendo asesinado por Bessos, quien se autoproclamó rey de Persia con el nombre de Artajerjes V. Alejandro, con la excusa de vengar la muerte de Darío, prosiguió la conquista del imperio que habían gobernado los Aqueménidas durante más de doscientos años.
Tras ocupar Hircania, Alejandro continuó hacia el este, a Susia (moderna Tus), donde acudió Satibarzanes para anunciar su rendición. La satrapía de Aria era una región de gran importancia estratégica, pues permitía a Alejandro atravesar el siempre difícil desierto de Karakum sin resistencia. Sin embargo, en su camino hacia Bactria, Alejandro se enteró de que el sátrapa se había revelado, por lo que tuvo que retroceder. Ante la situación, Satibarzanes decidió huir junto a Bessos, mientras que la capital de la satrapía, Artakoana (Herat) era asediada y tomada por los macedonios. Alejandro, refundó la ciudad dándola un nuevo nombre, Alejandría. Había pasado un mes desde que el sátrapa de Aria se había revelado, tiempo que aprovechó Bessos para preparar un ejército que impidiera a Alejandro cruzar el desierto. Este hecho forzó a los macedonios a ir al sur, a Drangiana, donde podrían pasar el invierno. Sin embargo, Satibarzanes, empeñado en retomar su posición, regresó a Aria, situación que obligó Alejandro a enviar a Erigio para acabar definitivamente con el sátrapa. Lo que aconteció no está claro, aunque las fuentes trasmiten que Erigio asesinó a Satibarzanes en combate individual en la primavera del 329 a.C.
En esa misma fecha, Alejandro, obligado por Bessos a dar un rodeo por Drangiana, Aracosia y Gandhāra, atravesó la imponente cordillera del Hindukush, que Bessos había dejado desguarnecida al pensar que sólo un loco se atrevería a cruzar semejante cordillera montañosa aún cubierta de hielo y nieve, y ocupó Bactriana sin problemas, mientras Bessos se retiraba al norte del río Oxus, a la satrapía más septentrional, Sogdiana. Ni las montañas, ni el desierto entre la ciudad ni el río Oxus fueron obstáculos insalvables para los macedonios. En Sogdiana, Bessos, traicionado por sus generales, Espitamenes y Datames, fue capturado por el ejército de Alejandro y ejecutado. El conquistador macedonio mutiló cruelmente a Bessos al cortarle las orejas y la nariz. A pesar de que era una práctica chocante para los griegos, Alejandro, como monarca Aqueménida, estaba obligado a castigar al regicida. Dos siglos antes, Darío, como se puede leer en la inscripción de Behistun, había ordenado el mismo trato a un rebelde medo, Fraortes. Tras la mutilación, Bessos, entregado al hermano de Darío, Oxatres, a quien se le ordenó marchar con el prisionero hasta el lugar donde había asesinado a Darío, fue crucificado.
Alejandro prosiguió entonces su marcha y cruzó la Sogdiana hasta alcanzar el límite de ésta y del imperio de los Aqueménidas, el río Yaxartes, donde fundó Alejandría Escate, “la última Alejandría”, con el fin de convertirla en una guarnición contra las peligrosas tribus nómadas del norte. Cinco años después del inicio de la invasión, la victoria de Alejandro parecía completa, sin embargo, Espitamenes, el sátrapa de Sogdiana, continuó, no obstante, la resistencia, con apoyo de los nómadas de la estepa, escitas y masagetas. Los motivos de la rebelión no están claros, pero el sátrapa asedió la capital, Maracanda (Samarkanda), y atacó otras plazas anteriormente ocupadas por los macedonios. Espitamenes comandaba un ejército eficaz compuesto de jinetes arqueros que eran capaces de recorrer rápidamente el país estepario. El ejército de Alejandro era mucho más lento y era presa fácil para los rebeldes. A pesar de la superioridad que los macedonios habían demostrado en sus enfrentamientos contra los persas, eran incapaces de hacer frente a este cuerpo militar.
Al oír las noticias de la revuelta, Alejandro decidió volver para levantar el asedio de Maracanda, pero inmediatamente fue atacado en su retaguardia por las tribus nómadas asentadas al otro lado del Yaxartes, viéndose obligado a volver hacia atrás para hacerlas frente. A su vez envió un ejército a Maracanda, que sin embargo fue completamente aniquilado. Después de una victoria menor contra las tribus nómadas, Alejandro tuvo la oportunidad de ocuparse de Espitamenes. Cuando alcanzó Maracanda el asedio ya había finalizado y no se sabía con certeza donde se encontraba el rebelde. Alejandro había perdido muchos hombres y no pudo hacer nada, decidiéndose quedar en la capital de la satrapía a la espera de refuerzos. La ocasión la aprovechó Espitamenes para atacar la Bactriana (329/328 a.C.), provocando un gran caos aunque finalmente fue repelido por el sátrapa de ésta, Artabazo II, un persa que pertenecía al grupo de cortesanos en los que más confiaba Alejandro. En la primavera del 328 a.C., el monarca macedonio envió a Crátero al oeste para fortificar el oasis de Merv. Esto era necesario puesto que evitaría que el rebelde atacara Aria, en la retaguardia de Alejandro.
Este hecho significó el final de la guerra para Espitamenes. Necesitaba los oasis para obtener recursos y la pérdida de éstos suponía un grave peligro para su supervivencia. A finales del 328 a.C. fue derrotado por Coenus, un general macedonio, y cuando los sogdianos y las tribus nómadas, cansadas de la lucha, se enteraron de que el ejército principal de Alejandro se acercaba, asesinaron al sátrapa y permitieron a Alejandro la ocupación del límite septentrional del imperio, a orillas del Yaxartes. Sin embargo, cabe destacar, que la hija de Espitamenes, Apame, se casó con uno de los generales más importantes de Alejandro, Seleúco; la pareja tuvo un hijo, Antíoco. A la muerte de Alejandro, Seleúco y Antíoco se convirtieron en los reyes de las posesiones asiáticas de Alejandro, siendo Apame reconocida como la madre de la Dinastía Seleúcida, donde varias ciudades fueron llamadas Apamea en su honor. De este modo, tras la derrota de Espitamenes, Alejandro, por fin, hizo suyo el hasta entonces imperio de los monarcas Aqueménidas.
El Imperio de Alejandro
Bibliografía específica:
BERVE, H. 1926. Das Alexanderreich auf prosopographischer Grundlage II, Munich.
BOSWORTH, A. B. 1980. Historical Commentary on Arrian’s History of Alexander I, Oxford, pp. 285-313.
BOSWORTH, A. B. 1981. “A Missing Year in the History of Alexander the Great”, Journal of Hellenic Studies 101, pp. 17-39.
BRIANT, P. 1984. L’Asie centrale et les royaumes Proche-Orientaux du premier millénaire (c. VIII-IV siècles avant notre ère), Paris.
ENGELS, D. W. 1978. Alexander the Great and the Logistics of the Macedonian Army, Berkeley.
HECKEL, W. 1981. “Some Speculations on the Prosopography of the Alexanderreich", Liverpool Classical Monthly 6, pp. 63-70.
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