sábado, 24 de enero de 2015

El misterio del ejército persa perdido en el desierto del Sahara puede haber sido resuelto

El profesor O. Kaper, arqueólogo de la Universidad de Leiden, cree haber resuelto uno de los grandes misterios de la historia antigua, la desaparición de los 50.000 soldados del ejército persa de Cambises II en el desierto egipcio alrededor del año 524 a.C. De acuerdo con Heródoto, Cambises II, el hijo mayor de Ciro II, envió a su ejército para que destruyera el Oráculo de Amón en el Oasis de Siwa. 50.000 soldados penetraron en el desierto occidental egipcio cerca de Luxor. En algún lugar en mitad del desierto, el ejército se vio sorprendido por una tormenta de arena, siendo sepultado. Aunque muchos investigadores consideran la historia como un mito, tanto aficionados como arqueólogos profesionales han buscado los restos de los soldados persas durante muchas décadas. El profesor Kaper nunca creyó esta historia: “Algunos esperan encontrar un ejército entero, totalmente equipado. Sin embargo, la experiencia ha demostrado desde hace tiempo que no se puede morir a causa de una tormenta de arena”

Kaper sostiene que el ejército perdido de Cambises no desapareció, sino que fue derrotado: “Mi investigación muestra que el ejército no estaba simplemente pasando por el desierto, su destino era el Oasis de Dakhla. Esta era la ubicación de las tropas del líder rebelde egipcio Petubastis III, quien emboscaría al ejército de Cambises, logrando de esta manera, desde su base en el oasis, reconquistar una gran parte de Egipto, después de lo cual el mismo fue coronado en la capital, Menfis, como rey”.

El hecho de que este fue el destino del ejército de Cambises II queda claro cuando Darío I puso fin a la revuelta egipcia dos años después de la derrota de Cambises II: “Darío atribuyó la vergonzosa derrota de su predecesor a los elementos naturales. Gracias a esta manipulación efectiva, 75 años después del evento, Heródoto sólo pudo tomar nota de la historia que hacia referencia a la tormenta de arena”. Durante los últimos diez años, el profesor Kaper ha participado en excavaciones en Amheida, en el Oasis de Dakhla. 

A principios de este año, descifró una lista completa con los títulos de Petubastis III en los antiguos bloques del templo: “Ahí es cuando las piezas del rompecabezas se pusieron en su lugar”, indicó el profesor Kaper. “Los bloques del templo indican que el lugar debió haber sido una plaza fuerte a comienzos del período persa. Una vez que combinamos esto con la limitada información que teniamos sobre Petubastis III, el lugar de la excavación y el relato de Heródoto, hemos sido capaces de reconstruir lo que sucedió”. El descubrimiento fue presentado en la Conferencia Internacional del ERC proyecto BABYLON celebrado en Leiden, Países Bajos, del 18 al 20 junio del año 2014.




viernes, 23 de enero de 2015

Hallan monedas del periodo persa en el Valle de Elah

Un increíble descubrimiento ha sido realizado en las excavaciones de Khibet Qeiyafa en el Valle de Elah: en el sitio se han hallado uno de los ejemplos más antiguos de monedas. El descubrimiento ha sido reportado por Yoav Farhi, miembro del Instituto Arqueológico de la Universidad Hebrea. Las monedas están datadas en la época persa y helenística, es decir, de un periodo comprendido entre los siglos V y IV a.C., unos cien años después del regreso del exilio y de la construcción del Segundo Templo. La región estuvo bajo el dominio persa hasta el año 333-332 a.C., cuando la zona fue conquistada por Alejandro, dando comienzo al período helenístico. 

En el sitio se hallaron también decenas de monedas de diferentes épocas. Sin embargo, las más fascinantes eran las monedas del periodo persa y de comienzos del periodo helenístico. Estas monedas fueron acuñadas en Jerusalén, en Samaria, y las ciudades filisteas de Gaza, Ashdod y Ashkelon. “Las monedas que fueron acuñadas en esta tierra son muy raras. Todas están hechas de plata y generalmente son muy, muy pequeñas - con un diámetro de aproximadamente 7 mm y un peso de menos de la mitad de un gramo. Sin embargo, también hay monedas que son ligeramente más grandes. Pero como son tan pequeñas casi nunca se han encontrado en excavaciones organizadas”, explicó Yoav Farhi. 

La colección de monedas que ha sido descubierta en Khirbet Qeiyafa es por ahora la más grande de la región, con monedas de todo tipo. “Estas son las primeras monedas acuñadas en la región. Antes de esto ninguna moneda fue acuñada aquí. Las monedas más antiguas descubiertas hasta la fecha proceden de Lidia, en Asia Menor, y están fechadas en el siglo VII a.C. Las monedas descubiertas en Khirbet Qeiyafa son las más antiguas de Israel”, dijo Farhi. Según Farhi las monedas no han sido halladas todas en un mismo lugar, sino que durante los más de tres años trabajo han ido apareciendo en todas las áreas de la excavación. Hasta ahora no se habían hallado en ninguna de las excavaciones efectuadas en Israel tantas monedas y de tan variada tipología. Sólo alrededor de 10 monedas griegas, de la época arcaica, habían sido descubiertas en diferentes lugares de Israel, como Jerusalén, Shechem y Atlit - todas importadas. 

La más rara, por su singularidad, es una moneda de la época de Alejandro; es una moneda de bronce cubierta de plata en la que se representa la figura de una esfinge que al parecer fue traída de Chipre. No se conoce una moneda similar de este tipo específico. En otra moneda de plata, una tetradrachma, que es una moneda relativamente más grande, se muestra en un lado la cabeza de la diosa Atenea y en el otro lado una rapaz de la familia de las lechuzas y el nombre de la ciudad de Atenas en griego. Esta moneda servía en la época como el dólar en los siglos V y IV a.C. en todo el Próximo Oriente antiguo. De las monedas más antiguas y más pequeñas acuñadas en Jerusalén hay una moneda que muestra en su anverso la cabeza de la diosa Atenea y en el reverso una rapaz de la familia de las lechuzas, esta vez acompañada por la inscripción “Yehud”, el nombre de la provincia de Judea bajo el dominio persa. 

Otra moneda hallada en el lugar está fechada en la época de Alejandro, y es también una tetradrachma de plata. A un lado se ve una cabeza, al parecer la cabeza de Alejandro, y en la segunda la cara del dios Zeus sentado en un trono. Estas son, relativamente, monedas grandes, con un diámetro de alrededor de 25 mm y un peso de 17 gramos; además son mucho más preciadas, estéticamente hablando, que las pequeñas monedas de la época persa cuyo peso era sólo la mitad de un gramo y su diámetro de unos 7 mm. La gran variedad de las monedas halladas en la excavación mejora nuestra comprensión de la situación monetaria en Judea y sus regiones limítrofes durante la fase de transición entre los períodos persa y helenístico. 

Moneda de Alejandro hallada en el Valle de Elah


Moneda ateniense del siglo IV a.C. descubierta en el Valle de Elah


Reverso de la moneda de Alejandro

martes, 6 de enero de 2015

Istahkr: un centro religioso zoroástrico

La importancia religiosa de Istakr fue marcada en el siglo IV a.C. por el establecimiento en Persépolis por parte de Artajerjes II de una estatua dedicada a Anaitis (Anahita), aunque en este contexto es necesario indicar que estas estatuas fueron colocadas con regularidad dentro de los templos. La fundación de Artajerjes puede, por lo tanto, ser identificada razonablemente como un templo cuyas imponentes ruinas se encontraban “en torno a una parasanga de la ciudad de Istahkr”, ruinas que fueron visitadas por Mas’ūdī en el siglo X y quien observó la presencia de “pilares, realizados con bloques de piedra de un tamaño impresionante, coronados por curiosas figuras de piedra que representan caballos y otros animales, de formas y proporciones gigantescas”. En torno a estos restos había “un gran espacio vacío rodeado por un fuerte muro de piedra, cubierto con bajorrelieves muy elegantemente forjados”

Este templo en ruinas era probablemente un edificio original aqueménida, que sin duda había sido saqueado por los macedonios y posteriormente restaurado y embellecido aún más bajo los sasánidas. Mas’ūdī registra la tradición de que había sido originalmente un “ídolo-templo”, convertido a uno de fuego por Homāy, el legendario predecesor de la dinastía aqueménida. De hecho, fue presumiblemente a principios del período sasánida, o un poco antes, cuando el movimiento iconoclasta del zoroastrismo hizo que el culto a la imagen de Anahita fuera reemplazado por un fuego sagrado, que Mas’ūdī caracteriza como “uno de los más venerados de los fuegos del zoroastrismo”. La asociación con Anahita persistió, sin embargo, y Tabarī indica que el santuario era conocido como “la casa del fuego de Anahita” (bayt nār Anāhīd). 

La conserjería de este templo era, evidentemente, una función de prestigio, que según la tradición estuvo ocupada por Sāsān, antepasado epónimo de la dinastía sasánida, según Tabari. Indica que se había casado dentro de la familia de los Bāzrangīs, vasallos de los arsácidas, que gobernaban en Istahkr a principios del siglo III. Posteriormente Ardašīr tuvo la fama de haber enviado a la “casa del fuego de Anahita” las cabezas de los enemigos muertos en sus primeras campañas, y en 340 Šāpuhr II tenía las cabezas de los cristianos colgadas allí (Tabari, I, p 819). Entre los honores conferidos al gran sumo sacerdote sasánida, Kirdēr, por Bahrām II (276-293) se encontraba el de maestro de ceremonias (ēwēnbed) y director (pādixšāy) del “fuego(s) en Istakhr de Anahita-Ardašīr y de Anahita la Señora”: ādur ī anāhīd ardaxšīr ud anāhīd ī bānūg

Teniendo en cuenta lo grande que eran los otros privilegios y poderes de los que gozaba Kirdēr, estos nombramientos, orgullosamente registrados por él, dan fe de la inmensa estima en que se llevaron a cabo estos fuegos sagrados en Istakhr. Ya que Bānū (Señora) es un epíteto cultual de Anahita, el segundo fuego nombrado era evidentemente el de la fundación aqueménida. El primero, cuyo nombre carece de explicación satisfactoria, fue probablemente el de “la casa del fuego, que se llama la de Ardašīr”, donde los nobles de Istakhr habían coronado a Yazdegerd III en el año 632 (Tabari, I, p 1067.); y es probable que sea este mismo templo el que se describe teniendo pilares redondos con capiteles de toros, que se convertiría posteriormente en la principal mezquita de Istakhr (Moqaddasī, p. 436). Mas’ūdī indica que, antes de que se arruinara el templo de Anahita, su fuego fue llevado a otro lugar, argumentándose que se trataba de uno de los dos fuegos honrados que se llevaron finalmente a la seguridad de Šarīfābād, cerca de Yazd, donde arde hasta nuestros días. 

En la época sasánida el tesoro real (ganj ī šāhīgān) parece haber estado situado en Istakhr. Es mencionado con frecuencia en el Dēnkard y en el Mādayān ī hazār dādestān, pues entre sus contenidos, eran los libros de lo sagrado y lo profano. A finales del período sasánida, este tesoro, sin duda, habría incluido uno de los raros ejemplares del Gran Avesta, posiblemente, aquel del que deriva toda la tradición manuscrita avéstica existente. Mas’ūdī afirma haber visto en la casa de un gran noble persa de Istakhr un gran y muy bien trabajado manuscrito copiado a partir de documentos de la tesorería real, incluyendo, según su descripción, el Tāj-nāma. A pesar de su importancia religiosa, Istakhr es rara vez mencionada por su nombre en los escritos zoroástricos.

Columna aqueménida hallada en Istakhr

Vaso sasánida con representación de la diosa Anahita

La antigua ciudad persa de Istakhr

La antigua ciudad de Istakhr fue una prospera ciudad emplazada a 5 kilómetros al norte de Persépolis, en los márgenes del estrecho valle del río Pulvār, entre el flanco norte del Kūh-e Rahmat y las estribaciones de Naqš-e Rostam, en el punto donde este valle se abre hacia la llanura de Marvdašt. La fecha exacta de la fundación de esta ciudad nos es desconocida. La ocupación humana del lugar se remonta a comienzos del IV milenio a.C., y el sitio estuvo ocupado en la Edad del Bronce, el periodo aqueménida, seléucida y partho. La ciudad aqueménida ganó su importancia no sólo por su estrecha asociación con Persépolis, sino también por comandar el extremo occidental de una antigua ruta caravanera que iba desde el valle del Indo a través de Kandahar y Seistan hasta Persia. La evidencia histórica y arqueológica demuestra la gran importancia que tuvo la ciudad en la época sasánida e islámica y su prominencia como un santuario de fuego dedicado a la diosa Anahita. Se convirtió en la capital temporal de la Persia sasánida durante el reinado de Ardašir I antes de que la capital se trasladara a Ctesifonte, en Mesopotamia. 

Istakhr fue presumiblemente un suburbio de un asentamiento urbano emplazado en torno a las residencias reales aqueménidas, aunque pocos rastros de éste sobreviven en la actualidad. Después de la muerte de Seleuco I (280 a.C.), cuando la provincia de Persia comenzó a reafirmar su independencia, su centro parece haberse desarrollado en Istakhr, mejor protegida que la antigua capital aqueménida por las colinas circundantes, y a horcajadas sobre el “camino de invierno” que iba desde el Fārs a Isfahán a través Pasargadā y Ābāda. Su nombre en pahlavi stxl, se cree que significa “fuerte (fortaleza)”, fue presumiblemente trasladado para el nuevo sitio desde la plataforma de Persépolis según E. Herzfeld, ya que en antiguo persa era *Parsa-staxra “la fortaleza de Pārsa”. Él interpreta ciertos caracteres arameos, PR BR, que aparecen en las monedas de la Fratadara, como una abreviatura del arameo prs’byrt’ “la Fortaleza de Pārsa”. Este podría ser el equivalente arameo de una anterior palabra en antiguo persa, pudiendo significar Istakhr Casa de la Acuñación. 

El núcleo de la ciudad posterior estaba situado en el lado sur y al este del río Pulvār. Se han hallado restos de mampostería y columnas en el punto donde la carretera entre Isfahán y Persépolis redondea el final de la Kūh-e Rahmat y entra en el valle del Pulvār que se han interpretado como la representación de una puerta aqueménida que se encargaba de controlar a los viajeros en esta ruta. En el montículo oriental de la ciudad destaca un recinto de adobe del siglo XIX conocido como Takt-e Tāwūs, donde se observan una serie de columnas aqueménidas reutilizadas en una mezquita medieval. Las excavaciones realizadas por Erich Schmidt en 1932 y 1934 incluyeron varios sondeos en esta área, y también cerca del centro y hacia el borde occidental de la zona urbana, aunque no lograron localizar depósitos aqueménidas. Sin duda, la ciudad floreció entre el 265 a.C. y el 200 d.C., bajo los reyes de Persia, cuyo capital se cree que estuvo aquí; a partir del año 208 d.C., bajo los reyes sasánidas, era la ciudad principal y el centro religioso de la provincia, aunque no era normalmente una residencia real. En estrecha relación con Istakhr se encontraba el recinto religioso de Naqš-e Rostam, al otro lado del valle. Este era el lugar donde se encontraban algunas de las tumbas reales aqueménidas, las importantes esculturas en la roca sasánidas y las instalaciones funerarias conocidas con el nombre de dakmas

Istakhr sufrió grandes daños en el ataque árabe del año 644 y en el saquéo del año 650. Cuando Šīrāz fue fundada en el año 684 a.C., Istakhr fue finalmente reemplazada como capital de la provincia de Fārs. La ciudad de época islámica estaba rodeada por murallas con torres redondeadas. El geógrafo Istakhri escribió en el siglo X que sus casas estaban construidas con barro, piedra o yeso, en función de la riqueza de sus propietarios. El antiguo pozo destinado a la basura en Istakhr ha demostrado ser una fuente muy valiosa en lo que a hallazgos se refiere. Todo el sitio está perforado por una serie de residuos, alcantarillado y agujeros de almacenamiento. Los agujeros están frecuentemente cerrados por capas de ladrillo o piedra, y por lo tanto se conservan en ellos una mezcla aproximadamente contemporánea de cerámicas rotas y desechadas, adornos personales, objetos de piedra y bronce, y una gran cantidad de monedas. 

Entre los tipos cerámicos encontrados en el estrato islámico, objetos moldeados se hallan con mucha frecuencia. Hay vasos de color verde claro que no sólo eran de muy alta calidad, sino que también manifiestan un método único en la fabricación de cerámica. Las mitades superior e inferior, con sus decoraciones esculpidas, siempre se moldeaban por separado; las dos mitades, a menudo mostraban el mismo patrón, para a continuación unirse entre sí. También de la época islámica, aunque menos frecuentes, son las jarras con diseños florales en rojo, amarillo y negro. Por desgracia, las excavaciones del sitio han sacado a la luz solamente unos pocos de los famosos y muy raros vasos de reflejo metálico, con su brillo metálico sobre un cuerpo dorado-amarillento. Existe una gran controversia acerca de esta cerámica, sobre si se había fabricado en Irán o fue importada desde Mesopotamia. 

Entre otros hallazgos destacan una serie de figurillas de barro que representan animales. Había también objetos de piedra y bronce, tales como lámparas, vasos pequeños, y una serie de utensilios de la vida cotidiana. También se encontraron objetos de vidrio iridiscente y adornos personales que van desde la arcilla al oro. Las numerosas monedas de cobre, plata y oro encontradas en el lugar indican la importancia y la prosperidad de Istakhr como capital de la provincia y como ciudad de acuñación. De las 1.050 monedas encontradas, 900 eran islámicas (de los siglos VI al IX); el resto eran monedas sasánidas (de los siglos III al V). 

Vista áerea del montículo de Istakhr

Cerámica de época islámica con adornos florales

Figurillas de animales de época islámica

Monedas de plata de época sasánida